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Apenas se había habituado a AppleCity, nuevo cambio. Una llamada desde Kernel, y de nuevo tocar recoger el petate y cambiar de trinchera.

La velocidad de los acontecimientos y del fuego cruzado de a diario hace que observemos, con asombro, que ya ha pasado un mes desde aquello. Y bien parece que hubiese estado toda una vida en Limex, a juzgar por el cansancio que le produce. No tanto la trinchera en sí, sino el hecho de cambiar de una a otra y convertirse en un errante mercenario, mecido a capricho por las aguas del mismo Ebro.

Por fortuna, Cadepo se ha integrado bien en el comando MarcoPolo, otro grupito de bravos con la misma trinchera. Esto permite apoyo logístico, buenas conversaciones, algunas bromas, ayuda incesante y el mejor compañerismo vivido en mucho mucho tiempo, sin detrimento de otros. Y cagarse en el mismo general, que une mucho.

Ya un mes en Limex. Desde luego, Cadepo no es ya el recluta aterrado de los primeros dias de Beirut. La veteranía no es un fin, pero es un medio, y poco a poco las dosis de ese brevaje natural son mayores en sus analíticas. En ocho meses, Beirut, Bellum, AppleCity y Limex, aparte del año en el CNI del Imperio después del «campamento» de Beirut.

Se aprende mucho de la miseria humana en primera línea de trinchera, pero también se consiguen recursos para combatir a mucho idiota o desalmado. También en ocasiones el enemigo te premia con una flor o un reconocimiento a tu labor o ardor guerrillero.

Algo de positivo más se ha obtenido desde la vuelta de Polonia: Cadepo ha vuelto a la Accademia. De nuevo, como formador de nuevos cadetes, que un día cargarán desde su propia trinchera. Como un día dijo alguien, sobre eso de enseñar, …»alguien debe de hacerlo, y hacerlo bien».

 Corto.