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Por supuesto, la cita no es de mi cosecha. La leí por primera vez en un lugar poco agradable, esculpida en granito y bajo un cielo plomizo, con un frío de mil demonios, y al anochecer. Simplemente, estremecedora.
Aunque en mi caso no denota, por suerte, lo mismo que en aquel, si creo que puede aplicarse hoy a este soldado. Los días para mi ya pasaron en la trinchera de Beirut. Hace pocas fechas que se me comunicó mi nuevo destino en la Tercera Legión del Imperio, como selector de objetivos.
Abandono pues la trinchera, dejo mi fusil y mi posición. El capitán Mapanure, hombre curtido en los frentes del sur, ocupa ahora el que fue mi puesto en vanguardia. Toda la fortuna para él y los suyos.
¿Alegría desbordante? No. (Lo siento, Bruxa, pero no, aunque deseo decir sí). Desde que fui capturado, creo que esa palabra ha desaparecido de mi reducida jerga. Sin duda la espero, como la madrugada espera al nuevo sol. Pero mi propio carácter me impide abrazarla, siquiera pensar en ella. Prudencia, sensatez, recelo, miedo…. sea por lo que sea, Alegría deberá esperarme, pero en otras coordenadas.
La palabra, la sensación, la «chica» de moda es otra. Se llama Alivio. Es aquello que sentimos en ocasiones al eliminar el dolor, la penuria o la incomodidad. Sin caer en lo chabacano, se asocia también a nuestra propia naturaleza animal.
Alivio es una gota de felicidad intensa, condensada y volátil. Dura menos de lo que dura, sin llegar siquiera a percibir su aroma. Es un soplo de vida que se extingue casi antes de comenzar. Aunque breve, ha venido a mi, y la he abrazado como si de mi vida se tratase. Alivio sin más, que no es poco, para los esforzados soldados imperiales.
No me niego a encontrarme con Feliz, pero sí me resisto a creerme feliz, como bien sabes, Bruxa. Porque el listón de lo deseable o lo aceptable, como sabéis todos, pica en barrena. Pronto dispararemos salvas sólo por seguir vivos, o por vernos las caras al amanecer, antes del nuevo combate.
Pero eso sí: me abrazo con pasión a Alivio. Y ante el pequeño haz de luz blanca que se presenta ahora ante mis ojos.
Estoy ya instalándome en la Tercera Legión. Labores de logística: sistemas, telecomunicaciones, posición….El afán de cada dia es ahora otro, los problemas cambiarán, saldrán de mi vida valientes atrincherados y aparecerán nuevos compañeros, hermanos de armas. El enemigo cobrará ahora otras formas, y los combates pasarán del cuerpo a cuerpo a formas más sofisticadas, a la par que civilizadas. Pero no veniales. A veces, uno se pregunta qué hay de «civilizado» en el combate. Al menos, las heridas duelen menos, o eso nos pensamos.
Bendito sea este Alivio, que me permita no soñar, pero sí al menos tomar aire y exhalar. Sentirme otra vez, alzarme y reconocerme fuera de la trinchera. Soy Cadepo, maldita sea, selector de objetivos. Lo fuí en el pasado, y lo volveré a ser. La raza ni se maquilla ni se pierde: se tiene o no se tiene.