Etiquetas

, , , , , , , , , , , , ,

Me decidí a mandar un whatsapp a Jordi. Andábamos jugando al gato y al ratón desde mi llegada a Polonia, para conocernos en persona y tomar una caña. Pero sea por azar o por mi complicada agenda, fruto de una vida igualmente complicada, no hubo manera.

Cuando ni lo esperaba, llamada del mismísimo Jordi. Proponía quedar a tomar algo con unos amigos, y de paso ver un espectáculo. Algo hizo «crack» en mi mente ortogonal.

Los años de formación quasi militar sirven de algo. No quiero pensar que fuera intuición, pero tuvo un par de frases ambiguas que pusieron a Cadepo  en guardia. Quizá la ambigüedad no fuese deliberada, pero el RSE (radar ante situaciones extrañas) mandó una lectura de actividad sospechosa.

Finalmente acepté, aunque no puedo decir que encantado. Primaba el hecho de conocer a Jordi a quien estimo, por encima de todo y del inconveniente de la distancia, la locomoción no siempre fácil, el reconocimiento de terreno desconocido con nocturnidad y las lecturas del radar volviéndose loco.

Es curioso. Ante un mismo mensaje, el cerebro de cada cuál dibuja con trazos y colores diferentes, y proyecta un futuro diferente. A pesar de las lecturas del radar y de mi condición de hombre de provincias, aún pensaba románticamente que se trataría de una reunión de amigos y conocidos ante una mesa y unas cañas con algo de picar. O a lo sumo, de una animada conversación ante un gin tonic y música de fondo.

Pasamos de las expectativas a los hechos. De un grupo de amigos nada, un amigo de Jordi, que por cierto llegó mucho antes que él y se presentó a mi. Buen soldado ese tal Keco. Finalmente se agregó Jordi a la compañía, con un franco apretón de manos. De grupo nada: dos lobos solitarios en misión de caza, al que se agregó un sorprendido Cadepo.

De tomar algo en una terraza, nada. Sendas invitaciones para un espectáculo en un teatro reconvertido a garito-show. De guardar cola, nada. Jordi intercambió contraseñas con el cuerpo de guardia, y accedimos por la falsa. El sitio, espectacular: teatro del XIX reconvertido en discoteca. A dos pistas, como muchos de los mejores circos. Al cruzar el umbral del primer pasillo, uno de los famosos del «deLuxe», ahora en funciones de relaciones públicas.

Keco nos indica que nos apresuremos, que nos perdemos el «espectáculo». Vive Dios que lo fue. Una docena de bailarines, en corpiño ellas, con el torso desnudo ellos, y todos con unos taconazos que daban vértigo, interpretando el célebre «¿Voulez-vous coucher avec moi ce soir?». Impresionante. Por no hablar del género y número del respetable. Flases por doquier. Todos los ojos descansando en doce cuerpos, y el deseo flotando en un ambiente que se podía rasgar con un cuchillo.

El RSE no falla: noche mezcla entre emboscada y cita a ciegas, con un amigo no invisible, para ver un «espectáculo» que no esperaba. No entraré en los detalles sórdidos, pero esa noche hubo escenas para todos los gustos, y no sólo en los escenarios. Risas, bromas, comentarios jocosos, presentaciones espontáneas, otras formales, miradas nada discretas, lo que ocurría en los escenarios, gente nueva, escenas de celos, de amor, zonas de curvas peligrosas, situaciones explicables y otras cuya explicación con dolor temí encontrarme de frente.

A pesar del arrojo que se le supone, Cadepo recomendó una retirada táctica a las 4:00 horas, hora zulú, habida cuenta de que había que retornar a base. Y seguramente, de que el cúmulo de situaciones podía involucionar, sin esperar a que Inteligencia nos mandase un report.  Me despedí de tan inesperada compañía, y me apresuré a tomar un taxi.

Taxista pakistaní, con multi GPS, música infiel a decibelios no tolerados por religión alguna, ronda, policías mil, control de alcoholemia…. y con un poco de fortuna, llegada a base, no sin antes indicar al conductor avezado el lugar donde debía detenerse. Breve paseo hasta la base, al arrullo de las aves que anunciaban el amanecer.

Permaneced alerta, porque el RSE no suele fallar. Doy fe.